El efecto montaditos

El 100 montaditos se ha vuelto un referente de la cultura joven española. Un sitio sucio, barato y que tiene tres putos empleados, osea, baratísimo para el empleador. Pero dejémonos de protestas políticas que no es mi rollo, hoy os vengo a hablar del "efecto montaditos".

Os voy a hablar de mi experiencia personal, por supuesto, pero creo que puede ser extrapolable a más de uno. Todos los días que voy al montaditos, ultimamente todos los miércoles, cuando estoy volviendo en el metro me empiezo a sentir sucio, como si me hubieran tirado un cubo de aceite encima y con la boca seca, como si me hubieran puesto de beber un vaso de sal. Esto son los primeros síntomas. No les das importancia, se habrán pasado los del Metro con la calefacción o algo así, piensas.

 Justo en ese momento comienzas a oír en tú cabeza los gritos de los camareros llamando a los clientes con esos nombres que se creen que son graciosos, pero no los escuchas normal si no como con voz satánica y te empiezan a venir unas flashes de los montaditos que te has pedido esa noche y tienen un aspecto muy desagradable. Probablemente, sea su aspecto original, pero entre el hambre y las jarras todo parece más comestible. Ayer en el metro podías identificar perfectamente a las personas que volvían del 100 montaditos, todos tenían la misma cara como preguntándose Pero ¿qué coño he comido?

 Lo más gracioso de todo es que llega el miércoles de la semana siguiente y todo se ha olvidado, debe ser otro de los síntomas del "efecto montaditos", porque a la semana siguiente lo único que oyes es "Todooo a un eurooo, Jarraaaas a un euroooo", ya no te acuerdas de los sudores y la boca como un estropajo, ni de las voces satánicas, ni del ¿Pero que coño he comido?

Algún día, cuando sanidad cierre los montaditos, alguien en la historia estudiará este fenómeno y se preguntará el porqué del éxito de un antro de tal calibre. Hasta entonces ¿quedamos el miércoles que viene?